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lunes, 24 de enero de 2011

Y le amas, y lo sabes.


Piensas, sonríes. Él.
Escuchas, recuerdas. Él.
Observas, admiras. Él.
Sueñas, imaginas. Él.
Despiertas, estudias, ríes, olvidas, echas de menos, brillas, emerges, te hundes, renaces, suspiras, deseas, amas, duermes, paseas. Y él ocupa cada una de tus acciones.
Aquel intruso al que tanto llamas por la noche, el que se cuela por tus venas sin avisarte, el que te hace sonreír en los malos momentos. Él.
Y le amas, y lo sabes. Y le sientes un poco más arriba del estómago cada vez que te abraza, cada vez que te besa, cada vez que te susurra lo importante que eres para él. Y tú tienes ganas de gritar, de explicarle cuanto le amas cada vez que estas a su lado, cada vez que le abrazas, pero no te atreves. No eres capaz de soltarlo todo, simplemente por que es demasiado.
Por que sería imposible explicarle que te recorre el cuerpo cada vez que le ves, cómo palpita tu corazón cada vez que le aprietas la mano, cómo de largos son tus suspiros cuando le echas de menos.
Y le amas, y lo sabes. Y él también.

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